El rock and roll está lleno de momentos icónicos, pero pocos son tan visuales, tan salvajes y tan definitivos como el que protagonizó Jimi Hendrix en el Monterey Pop Festival de 1967. En un acto que fusionó el arte, el sacrificio y la furia sónica, Hendrix no solo tocó su guitarra; la convirtió en una ofrenda en llamas para los dioses del rock. Esa guitarra, una Fender Stratocaster pintada a mano, se conoce hoy como la «Monterey Strat», y su historia es la de un instrumento que nació para morir y, en el proceso, volverse inmortal.
Una Obra de Arte para una Noche Histórica
A simple vista, la Monterey Strat era una Fender Stratocaster de 1965 con un acabado en Fiesta Red. Sin embargo, para su gran debut ante el público estadounidense, Hendrix la transformó en un lienzo. Con esmalte de uñas y rotuladores, dibujó sobre su cuerpo blanco y rojo un vibrante diseño floral y psicodélico, un reflejo perfecto del «Verano del Amor» y la explosión contracultural que representaba el festival.
Curiosamente, no era su guitarra principal. Hendrix había tocado la mayor parte de su incendiario set con una Stratocaster negra, reservando la guitarra pintada para el gran final. Sabía que la noche requería un clímax inolvidable, y esta guitarra era la elegida para el sacrificio.
El Sacrificio: Música, Fuego y Rebelión
Tras una actuación que dejó al público boquiabierto con su virtuosismo y energía desbordante, Hendrix cerró su set con una versión caótica y visceral de «Wild Thing». Mientras los últimos acordes aún resonaban, se arrodilló ante su Stratocaster como si fuera un altar. Con calma ritual, roció la guitarra con líquido inflamable, le dio un beso de despedida y arrojó una cerilla.
Las llamas envolvieron el instrumento. No fue un acto de simple destrucción; fue una performance artística. Fue la declaración de un artista que llevaba la expresión musical a un territorio completamente nuevo, uno donde el peligro, la pasión y el espectáculo eran inseparables del sonido. Mientras el fuego consumía la madera, Hendrix la levantó y la estrelló contra el escenario varias veces, esparciendo sus restos como reliquias de un ritual sagrado.
En apenas unos minutos, Jimi Hendrix pasó de ser una sensación en el Reino Unido a una leyenda en Estados Unidos. Y su guitarra en llamas se convirtió en la imagen que definiría para siempre el poder transformador del rock.
El Legado de las Cenizas
¿Qué fue de la Monterey Strat original? Fue destrozada en pedazos. Solo unos pocos fragmentos fueron recuperados y hoy son considerados objetos de culto. Pero su leyenda es mucho más grande que sus restos físicos.
La Monterey Strat representa un punto de inflexión. Simboliza la libertad artística sin límites y el momento exacto en que la guitarra eléctrica dejó de ser solo un instrumento para convertirse en un símbolo de rebelión y una extensión del alma del artista.
Su icónico diseño ha sido recreado en numerosas ocasiones, tanto por Fender en ediciones conmemorativas como en réplicas exactas que buscan capturar la magia de aquella noche. No se trata solo de copiar un dibujo, sino de rendir homenaje a un instante que cambió la música para siempre.
Vive la Leyenda en Guitar Legends Hall
La historia de la Monterey Strat nos recuerda que algunas guitarras no fueron hechas para durar, sino para arder con una intensidad que ilumina la historia. Son más que madera y cuerdas; son cápsulas del tiempo que nos transportan a momentos de pura genialidad.
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